Temas de Empresa & Familia

Eros y Tánatos

 

Un artículo profundo y reflexivo, para quienes están transitando la etapa de retiro, quienes se disponen a iniciarla, y quienes quieren comprender un poco mejor de qué se trata.

 Dicen que soy  mayor: tengo  64 años, y me estoy jubilando.

Soy padre de varios hijos, todos ellos ya viven su vida en sus propios espacios y están bien.

Vienen a casa con alguna frecuencia, los fines de semana, pues les gustan los asaditos y nos queremos mucho; o nos queremos mucho y les gustan los asaditos.

Con mi mujer tenemos una vida de prolongada buena convivencia, serena, agradable, con momentos de encuentro muy bonitos, nos acompañamos en saludables caminatas casi todas las mañanas y aunque algunas veces nos trenzamos en tontas discusiones, siempre nos miramos, nos sonreímos y seguimos el día casi como si no hubiera ocurrido entredicho alguno.

Algunas veces me da la impresión de que aprendemos y otras no, como si repitiéramos  situaciones de enfado a la búsqueda de poder hacer un aprendizaje.

Quizás las repetimos con la escondida idea de que alguna vez, por haber transitado varias veces por ese camino, terminemos aprendiendo.

Pero también puede ser que, aunque la vida nos brinda segundas, a veces terceras y hasta  más oportunidades, no nos alcancen y este sea un motivo de tal repetición.

Ella también se está jubilando; en realidad ya se jubiló hace más de un año. Pero al decir que se está jubilando también digo que lo sigue haciendo.

Y como dicen los psicólogos, ambos estamos «duelando» nuestros tiempos llamados productivos en el ámbito empresario.

 

 

Y me encuentro pensando que también tengo por delante variadas actividades por hacer, que me gustaría realizar y que no me agrada definirlas como productivas, sino más bien como placenteras.

Mi psicólogo me alienta a que descubra, entre mis verdades, qué es lo que me gustaría hacer en el tiempo por venir; qué hacer me produciría satisfacción y me permitiría hacer un lugar real hoy a aquellos deseos que han sido postergados.

También me dice que jubilarse no es comenzar un camino que nos lleve hacia la muerte, sino que estaría muy bueno aprovechar este nuevo tiempo para transitarlo con satisfacción y alegría hasta que un día nos llegue la hora.

Encima hemos vivido un tiempo, el de las cuarentenas,  en el que las limitaciones de movimiento y de encuentros con nuestros seres queridos, por no saber hasta cuando se prolongarían, nos conectó más claramente con la realidad de la finitud de la vida.

Es algo que, si bien todos lo sabemos, habitualmente no estamos pensando ni pendientes de ello.

Me doy cuenta de lo vital, (Eros), saludable, estimulante, positivo, de pensarse como quien está viviendo hasta que la muerte un día venga a buscarme, pues como no sabemos cuándo va a ocurrir eso, me dispongo a hacer hasta el último momento de mi vida lo que más placer me produzca y disfrutar de ello

En cambio, aceptar pasivamente la idea de que al dejar la vida productiva comenzamos a vivir hacia, en vez de hasta, es lo opuesto a lo vital.

Y qué es lo opuesto a lo vital?  (Tánatos).

Alguna vez he leído que Freud toma estos conceptos como pulsión de vida y pulsión de muerte. Eros y Tánatos.

 

 

Será así entonces?, que nuestra vida transcurre por un camino a veces soleado y otras oscuro; por momentos con alegría y en otros con tristeza; tiempos de entusiasmo y otros de abulia, serenidad y enojo, paciencia e impaciencia, fortaleza y debilidad, lucidez y torpeza, y casi un sin fin de opuestos que si logramos percibirlos, sentirlos y pensarlos, quizás nos ayuden a descubrir nuestras propias verdades y el verdadero sentido de nuestra vida.

Será algo que podremos hacer?, nos lo merecemos?

 

 

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