Temas de Empresa & Familia

Un asunto del más acá

Todos somos heredantes, lo que significa que alguna vez seremos heredados, y que tenemos responsabilidad por el bienestar de nuestras familias y el futuro de nuestras empresas.

Presentación de Leonardo Glikin en Foro de Expositores VISTAGE

 

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Protocolo familiar: buscar el consenso para un futuro mejor

 

 

Si el Protocolo Familiar fuera un mero contrato, podríamos bajarlo de Internet y completar los datos de la empresa, los padres y los hijos. Pero el protocolo es otra cosa. Es el diploma de honor del consenso empresario-familiar. 

El Protocolo Familiar es un acuerdo con valor legal (hoy, a través del art. 1010 del Código Civil y Comercial, que permite los pactos sobre herencia futura cuando tienen por objeto evitar o resolver conflictos, y garantizar la unidad de gestión empresarial.

Pero, antes de considerar su valor legal, es necesario aquilatar su enorme valor moral: porque el Protocolo es el fruto de un proceso en el que una familia empresaria ha logrado consensos fundamentales, que les permitirán continuar juntos, y fortalecidos, por mucho tiempo más.

El Protocolo es un acuerdo al que se debe llegar con un alto grado de participación de los miembros de la familia, ya que eso es lo que va a generar el consenso necesario para que goce de legitimidad, condición subjetiva principal para su éxito, que consiste en que sea respetado por los integrantes de la familia sin necesidad de recurrir a un Juez o a un árbitro.

Si todos sienten que el protocolo ha sido fruto de un esfuerzo del grupo familiar para llegar a un acuerdo, basado en mutuas concesiones, ese producto final va a tener muchas posibilidades de éxito a lo largo del tiempo.

Y el tiempo es un factor muy significativo, ya que, precisamente, el protocolo está llamado a durar más allá de la contingencia del fallecimiento o el retiro de algún integrante de la familia.

Por lo tanto, una de las funciones principales del consultor que lidera el proceso de elaboración del Protocolo Familiar consiste en estimular el diálogo respecto de diversas temáticas que son significativas para una familia y una empresa en particular. Para eso, el consultor debe conocer a los protagonistas, interesarse por su historia, por sus vínculos familiares y empresariales, y también los conflictos que han sobrellevado hasta ahora. Con toda esa información, el consultor puede proponer los temas más significativos para el consenso empresario-familiar, en función de la propia experiencia de la familia empresaria.

 

 

Pero con eso no alcanza. Hay temas que, quizás, hasta el momento jamás se plantearon en esa familia o en esa empresa en particular, pero la experiencia indica que tarde o temprano saldrán a la luz:

  • La posibilidad de que un miembro de la familia quiera vender su participación societaria.
  • La hipótesis de un conflicto en la toma de una decisión significativa.
  • El rechazo de una parte de la familia por la elección de pareja de alguno de sus integrantes.
  • Contingencias, tales como la discapacidad de un miembro de la familia, o su fallecimiento.
  • Diferentes niveles de compromiso y expectativas respecto de la empresa.
  • Necesidad de preparar a los integrantes de la siguiente generación para que se comprometan con el proyecto, como estrategia para la mayor libertad de los que actualmente lo sostienen.

Algunos de estos temas son naturalmente propuestos a la discusión por algún miembro de la familia, porque lo siente actual, o porque lo conoce a través de la experiencia de alguna persona cercana. Otros temas sólo pueden tratarse en función de la habilidad del Consultor para llevarlos a la mesa, y demostrar a los integrantes de la familia empresaria la utilidad de debatirlos y llegar a conclusiones consensuadas.

Las prácticas de toda la vida llevan, en algunas familias empresarias, a que alguno de sus integrantes lleve la voz cantante, y los demás guarden silencio, y asientan casi mecánicamente.

Sin embargo, lo mejor es llegar al nivel de confianza necesario para romper esas prácticas, y lograr un debate amplio y participativo, dado que el aporte de cada uno resulta fundamental para que todos se apropien del Protocolo, que sientan que no fue una mera concesión al impulso y la fuerza de otros, sino el fruto de un trabajo compartido.

 

 

Hacer del Protocolo un proyecto propio es uno de los ingredientes fundamentales para respetarlo y hacerlo respetar. No olvidemos que el Protocolo se elabora para que rija, no sólo en el presente, sino también en el largo plazo, en un momento en el que, quizás, algunos de los firmantes no estén ahí para hacerlo cumplir.

Esa conciencia acerca de la trascendencia del Protocolo es una de las herramientas fundamentales para que los integrantes de la familia empresaria se comprometan en su elaboración.

En muchos casos, el proceso de elaboración del Protocolo es una etapa en la que se abre el diálogo en la familia empresaria, y en la cual algunos de sus integrantes deciden modificar conductas, en pos de una mayor unidad y armonía familiar.

El consenso del presente, que se plasma en el Protocolo,  es de buen augurio para los desafíos que, seguramente, habrá que enfrentar en el futuro.

 

 

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“Familia empresaria” debe agregar valor

 

Los análisis y visiones que son presentados sobre la empresa familiar han sido, en gran parte, hechas con mayor énfasis en las críticas y alertas para las fragilidades y riesgos que ella presenta en los desafíos de su perpetuidad. La mayoría se concentra todavía en una visión simplista de mirar la empresa, particularmente, en la perspectiva de los negocios, sus estrategias y estructura. La propuesta de este artículo es destacar la importancia – que la familia tiene en este proceso, especialmente en la medida en que ella se transforma en un “activo” que agrega valor, tanto a la sociedad como a la propia empresa. Y de esta forma se rompe el círculo vicioso de ser encarada, llena de prejuicios, solamente como un “pasivo” que retira valores del patrimonio.

Por lo tanto es indispensable que, de la misma manera como muchos priorizan la necesidad de “profesionalizar” la empresa, también la propia familia desarrolla un proceso educativo que la transforma en una “familia empresaria”.

En nuestra experiencia de algunas décadas de relaciones y aprendizaje con empresas familiares, en Brasil y en Latinoamérica, es posible concluir que este proceso es unos de los determinantes para el éxito de estas organizaciones, de forma que puedan asegurar su continuidad a través de las generaciones.

 

 

Examinemos algunos puntos clave en la dirección de transformarse en una familia empresaria que pasa a actuar como un “activo” que adiciona valor, tanto a la sociedad controladora como a la propia empresa. Ellos se han mostrado útiles para el tratamiento de los grupos familiares preocupados con su futuro:

  • Comprender que la herencia crea un vínculo accionario, complejo y delicado, que a lo largo del tiempo deberá sufrir un proceso de disolución. Esta pulverización tendrá efectos sobre las proporciones que cada heredero tendrá en el patrimonio. O sea, a partir de la segunda generación desaparece la figura típica que engloba los papeles y responsabilidades de “dueño”, patriarca y gestor. Emerge de esta forma una sociedad de personas que no tuvieron la libertad de elegirse para ese nuevo papel.
  • Comprender y confrontar la típica cultura familiar que busca la igualdad y equidad con la diversidad de las participaciones de accionistas emergentes. O sea, dar inicio a un proceso de separación entre los afectos y sentimientos familiares – que deben ser preservados y desarrollados – y un conjunto de criterios y procedimientos que puedan establecer, de forma participativa, compromisos con una gama de derechos y obligaciones para los involucrados en el papel y en las responsabilidades de accionista.
  • Educarse para un desempeño competente del papel de accionista, interesado en agregar valor a su patrimonio de manera profesional. Esto significa tener clareza de que la empresa no debe estar bajo la óptica de ser centro de colocación de familiares, pero sí como un local donde deben estar profesionales – familiares o no – capaces de agregar valor al patrimonio y atender a las demandas del mercado. Paralelamente, es vital comprender que el accionista que está fuera de los cuadros ejecutivos de la organización también puede adicionar valor, a medida que se prepara para valorar su participación como accionista de forma profesional.
  • Aceptar que pueden existir – a lo largo de cada generación – “podas” en las participaciones de accionistas que permitan reducir el número de minoritarios. Es bueno recordar que, aunque esos accionistas posean pequeñas participaciones en el capital, no dejan de tener altas expectativas, debido a su vínculo e influencia familiar. Salir de una sociedad familiar, con negociaciones transparentes, no excluye el accionista del vínculo familiar. Esa libertad de negociar la participación de accionistas puede ser encarada como una forma práctica y gradual de logra separar estos dos universos, que son la familia y la sociedad en los negocios.
  • Obtener un equilibrio entre las necesidades de capitalización de la sociedad/empresa y las demandas de liquidez de los accionistas. Vale recordar que esas demandas, individuales y familiares, tienden a crecer de forma más intensa y rápida de que los lucros de los negocios.
  • Comprender a los accionistas – y a las familias – con la creación de fuentes alternativas de liquidez como forma de reducir el grado de dependencia financiera, muchas veces excesivamente concentrada en los rendimientos del patrimonio de la sociedad y de las empresas.

 

 

  • Educar a los más jóvenes de la familia, desde muy temprano, en su relación con el dinero y el poder, buscando transformarlos en responsables en relación a los “bonos” y “gravamen” que la herencia representa. La herencia no viene con un manual de instrucciones.
  • Asumir que cada accionista y familiar debe concienciarse de que es su responsabilidad desarrollar un proyecto de vida que contemple sus sueños personales y la busca de la realización profesional. Para esto, es fundamental no ver la empresa de la familia como su única alternativa de vida. Puede ser una de ellas, pero, en cualquier hipótesis, debe ser encarada con mucha cautela.
  • Cultivar y conocer la historia de la familia y de la empresa es también una manera de cómo los herederos, y futuros accionistas, pueden prepararse para hacer desarrollar y valorar el patrimonio. Nadie ama lo que no conoce. Así que, la conciencia de la historia es un instrumento útil para comprender que, si en cada nueva generación no hay suma de valores y la dependencia financiera no se reduce, los riesgos de un final trágico aumentan.

Es evidente que esa relación de acciones preventivas no se agota. Otras tantas existen y se vuelven necesarias.

Pero el principal objetivo de este texto es que funcione como alerta y reflexión sobre un tema tan importante y delicado. Y, mientras más temprano pueda ser discutido e implementado – de preferencia con el fundador todavía presente – mejor será la eficacia de esas acciones.

 

 

 

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