Temas de Empresa & Familia

¿Todo para todos, o cada uno lo suyo?

 

Si en general es difícil hablar de dinero, cuesta mucho más cuando es necesario hacerlo con la familia, cuando no está habituada. Pero no es el fin del mundo. Al contrario, puede ser una oportunidad para conocerse mejor.

 Hablar de lo que no se habla

“De eso no se habla”. Ese podría haber sido el título de mi libro “Pensar la Herencia”, pero muy poco tiempo antes de su presentación, María Luisa Bemberg lo había utilizado para su excelente película.

Sin embargo, el concepto sigue vigente, y es aplicable, entre otros temas, a las cuestiones de dinero en la familia.

No hablar de dinero es, para muchos, una manera de evitar conflictos y situaciones desagradables.

Pero, a la corta o a la larga, el tema aparece.

En una empresa de familia puede aparecer cuando se trata de llegar a un acuerdo respecto de las retribuciones de cada uno, o en función del reparto de las ganancias.

O, a veces, el tema surge frente a una posibilidad de reinversión, o ante la oportunidad de incursionar en un rubro diferente.

Fortalezas y debilidades del patrimonio conjunto

Es ahí donde aparece el dilema del título: ¿conservar el patrimonio unido, y seguir reinvirtiéndolo en conjunto, o mantener en conjunto los negocios actuales, pero tener amplia libertad para las decisiones económico-financieras con el remanente?

 

 

¿Cuáles son las ventajas de mantener las inversiones en conjunto?

  • Cada uno mantiene interés en los proyectos en común, y, por lo tanto, puede hacer su aporte intelectual, y hasta material, para gestionar las inversiones.
  • Es factible acceder a la mejor atención profesional, en la medida en que los montos de las inversiones resultan más atractivos para
  • El menú de opciones de negocios se amplía, en función de la mayor capacidad patrimonial.
  • Resulta factible hacer una mejor administración de riesgos con un patrimonio mayor.

¿Cuáles son las desventajas de mantener las inversiones en conjunto?

  • Queda limitada la libertad de decisión de cada integrante de la familia
  • En el caso de quienes quieren construir un patrimonio en conjunto con su pareja, esta alternativa suele quedar anulada, ya que es habitual que las decisiones y titularidad del patrimonio familiar quede reservado para los parientes consanguíneos, y no para sus parejas.
  • Cada uno debe aceptar las diferencias en relación a la tolerancia al riesgo, respecto de los otros. Así, si uno de los miembros del grupo familiar quiere encarar inversiones con altas perspectivas de crecimiento, pero muy arriesgadas, es posible que su deseo no sea acompañado por el resto de la familia, y, consecuentemente, que no pueda realizarlo en el marco del patrimonio conjunto.

Cómo resolver el tema

Pensar el futuro para mejorar el presente es una estrategia posible para dilucidar la cuestión.

Por lo tanto, el ejercicio de que cada miembro de la familia empresaria reflexione en privado, y luego comparta con el grupo, la proyección futura de la decisión actual, es una buena manera de tomar la mejor decisión. En particular, si no nos limitamos al análisis económico, sino que incorporamos también los valores que queremos priorizar y conservar.

Actualizar el tema, sobre la base de las grandes líneas que se pueden proyectar, ayuda a tomar la mejor decisión consensuada.

 

 

Preguntas necesarias

            A continuación sugerimos algunas de las preguntas necesarias para encarar el tema:

  • ¿Si mantuviéramos el patrimonio unido, alguien siente que debería postergar proyectos que le resultan muy queridos?
  • ¿Cuál sería el impacto en las respectivas parejas, de mantener el patrimonio unido o de separarlo?
  • ¿La decisión que se adopte afecta en algo la sustentabilidad de nuestro proyecto empresarial actual?
  • ¿La decisión tiene algo que ver con el modo como nos relacionamos los hermanos?
  • ¿Hay algo que podríamos hacer los hermanos para relacionarnos mejor?
  • ¿Hay plena confianza entre nosotros?
  • ¿Cuáles serían los beneficios de mantener el patrimonio unido, en nuestro caso concreto?
  • ¿Y los perjuicios?

Conclusiones

            Ni “atrapados sin salida”, ni un nivel de libertad que termine perjudicando al proyecto compartido.

            Entre esos extremos, seguramente, está la mejor alternativa para manejar el patrimonio familiar.

 

 

 

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Encuentros, desencuentros, reencuentros

 

Uno siempre sabe de alguien al que le pasan cosas; algunas veces también nos pasan a nosotros mismos.

Bien se trata de alguien que desde hace ya un buen tiempo no logra disfrutar de su vida con su pareja, con sus amigos, o en su trabajo, con sus compañeros o socios; suelen generarse discusiones, muchas veces por cuestiones banales, pero que van dejando un creciente sabor amargo y lesionando el vínculo.

Luego de cada desencuentro ambos quedan resentidos, con un importante malestar, que suele prolongarse por un día o más.

Como ya sabemos, en la gran mayoría de los casos, las personas discuten, e incluso pelean, pero no es tanto por el tema en discusión, sino que lo que está en juego que es algo subterráneo:

  • Quien es quien tiene la razón,
  • Quien sabe más,
  • Quien gana,
  • Quien manda

Es deseable entonces observarse a uno mismo, para darse cuenta del verdadero destino de sus intervenciones.

Es habitual que alguien nos diga que está teniendo problemas de comunicación con su pareja, pues estando próximos a las vacaciones discuten y no logran ponerse de acuerdo sobre adonde ir.

En realidad no es un problema de comunicación; resulta que a ella le gusta la playa y él prefiere la montaña, por lo que el problema en realidad está en que uno quiere ir a un lado y el otro a otro, es decir, se trata de que uno quiere una cosa y el otro quiere otra.

 

 

Definir esta situación como problema de comunicación no ayuda, simplemente funciona como una cortina que impide ver más claramente cuál es el verdadero problema. Si no logran esclarecer esto, difícilmente podrán aportar al diálogo alternativas creativas y satisfactorias para ambos. Por ejemplo de ir mitad de tiempo a un lugar y la otra mitad al otro lugar, o ir a un lugar donde se combinen espacios de playa y de montaña, entre otras múltiples propuestas a crear. Si no logran considerar una propuesta que satisfaga a ambos, es probable que ambos no puedan disfrutar de sus vacaciones.

Si uno queda como ganador y el otro como perdedor, es seguro que ambos la pasarán mal. Puede ser clarificador observarnos a nosotros mismos y ver qué hacemos ante situaciones en las que nos resulta difícil conversar serenamente y hacer propuestas creativas, constructivas, positivas y superadoras ante las propuestas del otro, anteponiéndolas a lo que impulsivamente produce reclamos, quejas, reproches o propuestas negativas y destructivas, portadoras de un sentido crítico hacia el otro. ¿Qué podemos hacer en estas circunstancias?

Una recomendación a considerar gira en torno a que cada uno realice su propio trabajo de observarse en el «espejo de mirar hacia adentro», en el marco de un proceso de introspección personal, en forma individual y en privacidad, para poder ampliar el conocimiento de uno mismo, de modo que le permita ser consciente del accionar de sus resortes internos.

 

 

Si uno percibe que esta tarea no es posible realizarla en soledad, es aconsejable recurrir a la consulta con un profesional que pueda ayudar a trabajar sobre uno mismo. Ello no significa necesariamente embarcarse en un proceso terapéutico prolongado; bien podría ocurrir que en unas pocas consultas pueda develarse qué es lo que realmente está en juego en esas discusiones dificultando la resolución del conflicto y resolverlo.

Digamos también que cuando más temprano pueda abordarse la situación problemática, serán mejores las posibilidades de establecer un saludable acuerdo. ¿Qué más podemos hacer? Y si luego de haber revisado y logrado cierta conciencia sobre las consecuencias que el propio accionar tiene sobre la calidad del vínculo y viendo que las cosas siguen por mal camino, podría ser ese un momento adecuado para recurrir a una ayuda profesional centrada en la dinámica vincular. Afirmamos la importancia que tiene la percepción y también el papel que juegan nuestros supuestos psicológicos, nuestros pre conceptos, prejuicios, como fuerzas que accionan en contra de la calidad de la percepción.

 

Ser conscientes de nuestros supuestos, preconceptos, prejuicios será muy saludable para comprender cómo nos condicionan negativamente. Hacemos mención, a modo de ejemplo, de algunas observaciones simples y de sentido común, que pueden ayudar a darse cuenta de en qué situación se encuentra uno mismo con vistas a poder imaginar el buen destino de la relación interpersonal. Serán indicadores útiles, entre otros:

  • La observación de la recurrencia en las temáticas que generan conflicto,
  • La duración de los tiempos de enfado,
  • Cómo y en qué termina cada desencuentro,
  • La cantidad de días en que se encuentran bien y en que están mal,
  • La tendencia de la situación: va para mejor o para peor.

En fin, son simplemente algunos indicadores que dan cuenta del estado de la relación y del destino posible. Percibir con claridad su evolución será de ayuda. La idea es que esta observación, entre otras, pueda ayudar a recurrir a tiempo a la búsqueda de un proceso de asistencia antes de que el deterioro del vínculo pase el límite del que ya no hay retorno.

Para resolver estas cuestiones internas no hay pastillas ni vacunas; lo único que podemos hacer es trabajar sobre nosotros mismos, en un proceso de auto percepción que nos permita tener nuestras cosas más claras. «La claridad es amiga de la salud, aunque duela, y la falta de claridad es amiga de la enfermedad» . Toda situación de ansiedad, de angustia, de enojo, de inseguridad, de pérdida del humor, de miedo, de rabia, etc. afecta nuestra salud. Tengamos presente entonces que trabajar sobre nosotros mismos, con el objetivo de mejorar nuestra capacidad para afrontar y resolver adecuadamente las situaciones conflictivas, es trabajar en la búsqueda de mejores respuestas para el cuidado de nuestra salud.

 

 

No valen las «recetas» para hallar la mejor solución a estas situaciones; no se trata, en el caso por ejemplo de una pareja en crisis, que se internen en interminables «terapias de pareja», en realidad el problema está más centrado en la configuración del aparato psíquico y emocional de cada uno.

Por lo que una «terapia vincular» sería recomendable una vez que cada uno haya transitado el proceso de trabajo individual; cada uno sobre uno mismo. Lo dicho a modo de ejemplo aplicado a parejas en crisis es válido para cualquier situación vincular en el ámbito laboral, familiar y/o social. Espero y deseo que estas reflexiones puedan ser útiles para ayudar a encontrar cada vez mejores alternativas de solución en nuestros modos de abordar los conflictos.

 

 

 

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