Temas de Empresa & Familia

Delegar no es solamente repartir tareas

 

Ésta es la historia de Guillermo, quien, además de un gran amigo personal, es un empresario Pyme como tantos. Hace más de 30 años tuvo que hacerse cargo de la conducción del negocio familiar, a partir del fallecimiento prematuro de su padre, y hoy se plantea otra manera de seguir viviendo. 

Desde el primer día se puso la empresa “al hombro” y trató por todos los medios de continuar la línea de trabajo del fundador alineándose con la imagen del empresario de los comienzos de los 90´s: el superhéroe que todo lo podía y que tenía la solución para todos los problemas.

Cuando entró a la confitería donde nos habíamos citado se podía ver, más allá de sus casi 60 años, el porte de quien está acostumbrado a ser protagonista y a brindar, con su actitud, seguridad a todos los que lo rodean.

Hacía más de 4 años que no nos veíamos por lo que el reencuentro fue muy emotivo, nos sentamos y recién en ese momento pude apreciar que su mirada no tenia la vivacidad que lo caracterizaba. Se lo notaba cansado, como si llevase una carga que era excesiva para su edad y se mostraba agobiado por momentos.

“Te preguntarás por qué te llamé luego de estos años de no vernos, ¿verdad?”, Guillermo siempre fue de ir directo al punto.

En los últimos 35 años he hecho todo por la empresa, la he priorizado por sobre mi familia y mis deseos personales. Me he dado cuenta que no he vivido situaciones que debí vivir, mi esposa fue madre y padre de mis hijos. Hoy me doy cuenta que no soy el Superman que siempre creí. Todo lo que hemos vivido en los últimos 2 años con la pandemia me ha hecho dar cuenta que soy más Clark Kent (un hombre) que un superhéroe.

Necesito cambiar. He construido una empresa sólida, tengo colaboradores capaces y he comenzado a tomar conciencia que me estoy convirtiendo no sólo, en un cuello de botella para el crecimiento de la empresa, sino que, además necesito tiempo para mí.

Necesito que me ayudes a comprender cómo lograr que la empresa no sea “Guillermo-dependiente”, que me acompañes para saber cómo puedo delegar en los demás.

 

 

Su planteo realmente me conmovió y lo primero que le aclaré es que, en los últimos tiempos, es habitual recibir empresarios en su misma situación. Muchos de los pertenecientes a la generación baby boomer (nacidos entre 1946 y 1964) están descubriendo que hay Vida después del Trabajo y quieren – al menos – equilibrar las cargas y los tiempos laborales.

Esa necesidad real y sentida, hace que tengan una apertura distinta hacia el acto de delegar. Henry Ford dijo alguna vez, que “nadie cambia si no tiene una necesidad real de hacerlo”. Y aplicado a la delegación de tareas podemos decir que prácticamente nadie delega porque lo dicen los libros.

Los empresarios comienzan verdaderos procesos de delegación cuando sienten que lo que hacen ya no les proporciona el placer y la pasión que les despertaba en su momento. Delegan cuando comienzan a sentir (y la palabra mágica es “sentir”) que el día a día es una carga para ellos.

Suelo decir – en nuestras consultorías – que comenzar un proceso de delegación es como iniciar un régimen para adelgazar. ¿Cómo es eso?

Simple, la gran mayoría de nosotros vamos al médico para nuestros controles habituales y él nos explica, con los resultados de nuestros estudios clínicos en mano, los problemas de salud que nos generaría el no hacer un cambio en nuestros hábitos de vida (dieta, actividad física, tiempo de descanso, etc.). Ningún paciente puede negar que el profesional sabe lo que dice y que todo su razonamiento es lógico y correcto.

Por lo tanto, solemos comprometernos a cumplir con lo indicado sin discusión, tal como hacemos frente a un consultor quien con un diagnóstico de nuestra empresa nos dice que si seguimos concentrando el poder y no generamos espacios para el crecimiento de los demás no solamente no tendremos buenos colaboradores, sino que además pondremos en peligro la supervivencia de la empresa (igual que con nuestra salud, ¿no es así?).

Sin embargo, salimos de la consulta y cuando pasamos por la puerta de la confitería que esta junto al consultorio, ¿qué hacemos? Nos tentamos y nos olvidamos. (Lo mismo suele pasar con la recomendación de delegar que nos hace el consultor).

Entonces, ¿cuándo adelgazamos o cuándo delegamos?  Cuando sentimos que lo que estamos haciendo no nos gusta, nos “pesa”, nos hace sentir mal. Ese es el momento en el cual tomamos la decisión real de comenzar el proceso. No lo hacemos por los demás, porque es una buena práctica empresaria o porque el médico nos lo recomienda, lo hacemos porque queremos hacerlo y estamos íntimamente convencidos de ello.

 

 

Ese es el punto en el que estaba Guillermo cuando nos encontramos y es el momento ideal también para explicarle que delegar no es simplemente “repartir” tareas para alivianar nuestra carga.

Delegar es un proceso en el cual asignar una tarea a alguien puede ser uno de los últimos pasos, pero debe estar enmarcado por un plan de trabajo mucho más amplio y que abarca, de un modo u otro, a toda la empresa.

Podríamos decir que un buen proceso de delegación comienza con algo tan básico por poder definir qué modelo de empresa vamos a querer tener en el corto, mediano y largo plazo. Esa decisión va a permitir que la organización tenga en claro:

  • Qué responsabilidades y tareas deberán llevarse a cabo para que la empresa sea exitosa.
  • Cuáles serán las funciones de la Dirección, las Gerencias y los mandos medios.
  • Qué perfiles profesionales, laborales y personales deberán tener las personas que ocupen esos roles.
  • Cómo se van a repartir y coordinar las labores de los distintos responsables para que pueda aprovecharse lo mejor de cada uno.
  • Cómo van a diseñarse los procesos de capacitación y formación de las personas que van a ir cubriendo las distintas responsabilidades.
  • Cómo será el acompañamiento para que quienes asuman mayores responsabilidades puedan ir desarrollando las habilidades, experiencia y criterios para estar en condiciones de lograr los objetivos propios de cada función.

Cómo pueden apreciar, delegar no es simplemente pasar “la papa caliente” a otra persona para que se haga cargo – muchas veces como pueda – de la responsabilidad que se le ha asignado.

En un proceso de delegación, el trabajo es compartido e implica un verdadero cambio de roles. Comienza con una persona que hace todo (usualmente el empresario) y termina con dos individuos que pasan a tener responsabilidades muy específicas y complementarias.

Uno, quien recibe la delegación, tiene a su cargo llevar adelante las tareas que se le encomendaron mientras que el otro, el empresario, tendrá la responsabilidad primero, de desarrollar la madurez de sus colaborador y luego de controlar o monitorear que las cosas se hagan como deben hacerse.

Es decir, se delega la autoridad para llevar adelante una tarea, pero la responsabilidad sobre el resultado es compartida, quien delega debe asegurarse que no tendrá sorpresas desagradables cuando pregunte si la labor ha sido realizada.

Por lo tanto, cuando planificamos el proceso de delegación también debemos incluir el proceso de control. Ello implica tener información en tiempo y forma para ir viendo cómo van cumpliéndose los objetivos.

 

 

Hoy en día, el empresario debe manejar un sistema de control de gestión que le brinde la tranquilidad que los objetivos no sólo se van cumpliendo y las tareas se van realizando, sino que además se lo hace de manera eficiente.

Con este punto (el tablero de control) también se derriba otra de las grandes excusas que suele tener el empresario para no delegar y es el hecho de sentir la seguridad de no perder el control al hacerlo. La persona que dirigió la empresa en primera persona durante tantos años, necesita sentir que está al tanto de aquello que debe enterarse sí o sí.

La labor del consultor entonces, es escuchar al empresario, comprender sus criterios y aprender los factores críticos de éxito del negocio para poder desarrollar un sistema simple, claro y preciso compuesto por un grupo de indicadores que le permita estar en conocimiento de lo que esta sucediendo sin tener que estar preguntando o controlando personalmente cada acción.

No debe ser algo complejo, debe tener la impronta del empresario, dar respuesta a sus inquietudes y ser realmente una ayuda que le dé la tranquilidad de que podrá tomar las decisiones que le corresponde en el momento oportuno.

Como pueden ver, muchas veces minimizamos el proceso al que llamamos “delegar”. No es, como ya lo dijimos, repartir algunas tareas que antes hacíamos. Es un verdadero cambio cultural en la manera de conducir la empresa que implica planeamiento, organización, coordinación y control.  Además, le permite al empresario estar convencido que puede ir alejándose de a poco del día a día sin que ello implique perder el control de lo que sucede en la empresa.

Para terminar, me gustaría mencionar una frase de John Maxwell uno de los más importantes consultores en liderazgo, quien hablando del tema de delegación y de la excusa que muchas veces se brinda para no llevarla a cabo (la falta de tiempo) dijo lo siguiente: “Los que nunca tienen tiempo para preparar gente, se ven obligados a tener tiempo después para solucionar sus problemas”

Por lo tanto, la falta de tiempo, la sensación de pérdida de control, la creencia de no contar con las personas capacitadas y formadas no son motivo para no delegar. Simplemente reflejan la falta de un trabajo integral y previo que le brinde las condiciones necesarias para que sea exitoso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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¿Adelantar la herencia? Descarnados conflictos y nuevas modalidades alrededor de un tema tabú.

 

 

Hacer el reparto en vida permite evitar el largo y doloroso proceso de un juicio de sucesión, que puede llegar a consumir más del 30% de los bienes en juego; los dilemas y las disputas más habituales en las familias argentinas; casos con resoluciones diversas y la opinión de expertos.

La primera audiencia de conciliación por la herencia empezó puntual. Pese a que los hijos estaban peleados entre sí y con la madre por el reparto de bienes, todos llegaron a horario. El encuentro duró solo unos minutos. Apenas existió un diálogo y no hubo acuerdo. Antes de empezar, la mediadora preguntó a las partes por qué estaban allí. El abogado de uno de los hijos tomó la palabra: “Estamos aquí porque queremos evitar que a esta mujer [señalando a la viuda] sus hijos le escupan la tumba”. La madre saltó indignada de su silla para afirmarle a la mediadora que había terminado la reunión. “Tranquilo, vamos”, le dijo el abogado, con más de 30 años de experiencia en litigios de herencia, al hijo que no entendía qué estaba pasando. La madre había quedado como beneficiaria del fideicomiso de todos los bienes de la familia y los hijos no iban a recibir nada hasta su muerte. Algunos de ellos reclamaban su parte sin dilaciones y otros exigían una parte mayor por considerar que habían sido desfavorecidos por la generosidad de su padre en vida en comparación con sus hermanos. Finalmente, la frase desafortunada del abogado surtió efecto. Un mes después, se volvió a citar una audiencia y la viuda llegó con un nuevo representante legal, que se arrimó al intrépido letrado y le confesó: “Me contrataron para que nos pongamos de acuerdo. Lo que mi clienta quiere, más que ninguna otra cosa, es que nadie le escupa la tumba”.

 

“Nada rompe más familias que las herencias”, asegura el abogado Leonardo Glikin, autor del libro Pensar la herencia y experto en planificación patrimonial y sucesoria, que se dedica a la temática desde hace 27 años. Las historias de herencias no planificadas son casi siempre tumultuosas, según su experiencia. Y cuantos más bienes hay en juego, la batalla final por el legado económico puede volverse eterna y descarnada hasta acabar con la ilusión de unidad familiar. Ejemplos sobran, dice.

Por eso, algunas familias se están inclinando por adelantar la herencia en vida para evitar así el largo y doloroso proceso que implica un juicio de sucesión, que puede llegar a consumir más del 30% de los bienes en disputa, explican los especialistas. O tal vez más. “Si hay otros bienes o una empresa familiar en juego, la sucesión puede costar todos los activos de la familia”, describe Glikin.

Desde la reforma del Código Civil y Comercial, en 2015, nuevas reglas comenzaron a regir. Lo que parecía exclusivo de las películas norteamericanas, la figura del testamento, empezó a tomar cada vez más protagonismo, ya que ahora se puede disponer libremente del 33,3% del patrimonio para dejarlo a otras personas que no figuran entre los herederos legítimos. Antes era solo el 20%. Además, está permitido resguardar otro 33,3% para asegurar la calidad de vida y recursos de un hijo con discapacidad, entre otros cambios. “De todas formas, todavía son relativamente pocas las familias que inician la planificación sucesoria de sus bienes antes de que la muerte los sorprenda”, indica el abogado Andrés Beccar Varela, especialista en familia y docente de Derecho Sucesorio en la Universidad de San Isidro.

“Las sucesiones no son procesos largos de por sí. Se demoran por temas afectivos y vinculares. Los españoles suelen decir que al amigo se lo conoce en los malos momentos, al enemigo en la batalla y al pariente en la sucesión. Y es muy cierto”, apunta el abogado Luis Ugarte, profesor titular de Derecho de Familia y Sucesorio de la UBA y de la UADE, con más de 30 años de experiencia en esta rama de la profesión. “Una forma de evitarlo puede ser la partición en vida, pero hay que tener en cuenta todas las variables”, dice.

Otros cambios recientes en la legislación, como la ley 27.587 sancionada en noviembre de 2020, alientan a las familias a evaluar la posibilidad de una herencia en vida, ya que hasta entonces los títulos de las propiedades donadas a terceros o como adelanto de herencia eran imperfectos porque podían ser reclamados o impugnados tras la muerte por los herederos. Ahora, los desfavorecidos pueden reclamar y exigir una compensación, que será económica y que no inhibirá el título de la propiedad.

 

 

Y pueden sumarse más modificaciones. En el marco del pacto fiscal que el gobierno nacional impulsa con los gobernadores, se planteó a principios de diciembre nacionalizar el impuesto a la transmisión gratuita de bienes, también llamado impuesto a la herencia. Se trata de un impuesto que existió en el país desde comienzos del siglo XIX, pero que fue derogado en 1976. En 2009, volvió a regularse solo en el ámbito de las provincias. Aún no se fijaron porcentajes del impuesto, aunque sí se planteó que irán siendo progresivamente mayores en función del monto final de la herencia.

“El impuesto a la transferencia gratuita de bienes, que ya rige en varias provincias, afecta tanto a las donaciones como a las herencias. Por eso, no cambiará el panorama en cuanto a la decisión de adelantar o no la herencia”, aclara Beccar Varela. “Puede ser muy significativo y llegar a representar hasta un 20% del valor del bien”, agrega Ugarte. Los expertos también advierten que, por cómo funciona el sistema tributario argentino, se terminarían pagando tres impuestos sobre los mismos ingresos: primero Ganancias, después Bienes Personales y, si prospera esta iniciativa, el impuesto a la herencia.

Adelanto de herencia, ¿sí o no?

¿Qué conviene hacer? Hasta los últimos cambios en la legislación, la respuesta dependía si la contestaba un abogado o un escribano. Mientras que los abogados preferían las sucesiones, porque eran los juicios que requerían de su participación, los escribanos recomendaban las donaciones.

Sin embargo, con los cambios en las reglas de juego, muchos abogados comenzaron a inclinarse por un concepto que en otros países está muy arraigado, pero que en la Argentina recién parece estar abriéndose terreno: la planificación sucesoria.

“Los argentinos evitamos hablar de la muerte. Sigue siendo un tema tabú. Pero puede ser un gran error. La mejor manera de evitar que la familia se rompa después de la muerte del padre o de la madre es pensar y organizar la herencia”, dice Glikin.

“El nuevo código revalorizó el testamento, ya que permite disponer del tercio libre si quedan descendientes, mejorar la herencia estricta a descendientes o ascendientes con discapacidad y establecer reglas de partición, indica Ugarte.

“La ventaja de hacer una planificación sucesoria es que, si está bien hecha, se previenen conflictos futuros después de la muerte del causante. No es un tema menor. Todo causante quiere que a su muerte no se susciten conflictos. A veces alcanza con un buen testamento para planificar la herencia”, señala Beccar Varela.

Esperanza de vida

El aumento de la esperanza de vida, coinciden los expertos, impactó de lleno en estas cuestiones. En muchos casos significa que la supuesta herencia en bienes y ahorros destinada a los herederos, se termina utilizando para los gastos de mantenimiento de la etapa final de la vida, después de concluida la actividad laboral. Y no pocas veces, el uso de ese dinero puede entrar en pugna entre los futuros herederos, que después de muchos años no recibirán lo que pensaban.

Aunque los juicios de sucesión en teoría no deberían demorar más de tres meses, en la práctica la historia es otra, sobre todo cuando mete la cola el sentimiento de inequidad. “Las sucesiones suelen ser procesos altamente litigiosos, conflictivos y, por ese motivo, pueden extenderse mucho en el tiempo”, explica Beccar Varela. Hay juicios que llegan a durar entre 15 y 20 años y, a medida que se resuelven, van abriendo nuevos frentes, como por ejemplo ante la llegada de nietos, nueras y yernos que se convierten en herederos directos ante la muerte de alguno de los hijos.

Glikin advierte que la recomendación no siempre es la misma. “Lo que les decimos a las familias es que se asesoren en vida. Porque dependerá del patrimonio que esté en juego. Asesorarse puede ser simplemente tener una entrevista con un especialista que escuche imparcialmente las voces de la familia. Y que ayude a entender si se avecina o no un litigio después de la muerte del padre o de la madre. No es lo mismo cuando hay muchos bienes en juego que cuando solo está la casa de la familia y algún auto”, ejemplifica.

Una de las cuestiones que se pregunta en las entrevistas con los futuros herederos es si todos sienten que el padre y la madre fueron equitativos con ellos en vida. Pregunta difícil si las hay. Si alguno señala que se sintió desfavorecido económica o afectivamente, allí se avizora un conflicto, describe Glikin. Coincide Ugarte: “Siempre depende de la composición familiar y patrimonial. No hay una regla aplicable a todas las familias.”

Además, las nuevas configuraciones familiares, como los hijos de distintas parejas o matrimonios, implican un complejo entramado de herederos que conviene organizar cautelosamente de antemano. También hay lugar para las sorpresas: no son pocos los casos en los que, ante la apertura del testamento, las familias descubren que el padre o la madre decidieron que ese tercio libre de la herencia vaya a las manos de un amante o de un tercero con el que por años mantuvieron una relación oculta.

 

 

La legislación establece que los herederos legítimos del 66,6% del patrimonio son los cónyuges y los hijos. Si no los hay, seguirán los padres, los hermanos, los sobrinos, los tíos hasta segundo y tercer grado. Si no existen herederos, los bienes pasan al Estado. Si hay hijos y matrimonio, la mitad de los bienes le corresponde al cónyuge y la otra mitad se reparte en partes iguales entre los hijos del fallecido, sin importar de qué matrimonio o pareja sean. Esto también puede ser motivo de disputa y dependerá del tipo de relación que tengan los hijos entre sí. Si aparece alguno no reconocido, el proceso de sucesión será todavía más complejo y largo.

Si la persona que falleció no dejó un testamento o no firmó un acuerdo de donación en vida para disponer libremente del tercio de la herencia que queda por fuera de lo que se llama “legítima”, todos los bienes, activos y propiedades pasarán en partes proporcionales a los herederos.

Cuando la hija sale desfavorecida

La fortuna de la familia González tenía cuatro herederos. Tres hijos varones y una hija mujer. Después de la muerte del padre, la hermana reclamó que los bienes que estaban legados en el testamento no habían sido repartidos equitativamente. Incluso, el padre les había realizado donaciones anticipadas a los hijos en vida y a ella, nada. Además, su abogado le explicó que la dejaban al margen del futuro de las empresas de la familia. Fue una de las primeras veces que se planteó la cuestión de género en el derecho sucesorio en el país. Hasta la madre estaba de acuerdo con que a su hija le correspondía menos que a los demás. Finalmente, después de años de litigio, en 2017, la Justicia falló que debía obtener la misma proporción que sus hermanos y que la planificación sucesoria que había hecho el padre afectaba el derecho de la mujer a la legítima herencia. Los hermanos tuvieron que restituir la parte que le correspondía a ella.

La familia Burgos no tenía empresas ni muchas propiedades para repartir. Pero, una vez que sus tres hijos fueron mayores de edad, los padres decidieron poner a nombre de ellos la vivienda familiar, más la casa de veraneo en Villa Gesell. Cuando murieron las dos abuelas, se sumaron los dos departamentos de ellas, ya que el padre y la madre eran hijos únicos. Las dos hermanas mayores recibieron un departamento cada una. Como el hijo menor no quiso la casa en Gesell, la vendieron, y se pusieron de acuerdo para que sus hermanas fueran aportando a un fondo familiar el monto de la diferencia entre el valor de las propiedades. De modo que el hijo menor, años después, pudo comprarse un departamento por el mismo valor que los que recibieron sus hermanas. La casa familiar está a nombre de los tres y la podrán disponer recién cuando ya no vivan ni el padre ni la madre.

 

 

En este último caso, la decisión fue adelantar la herencia y poner la casa familiar a nombre de los hijos, haciendo una reserva de usufructo en beneficio del viudo o de la viuda, hasta su muerte, explican los abogados. “De la misma forma, se puede proteger, si la hubiera, una empresa familiar para asegurarle ingresos suficientes para mantener el mismo estándar de vida después de enviudar”, detalla Glikin.

No tomar recaudos a la hora de adelantar la herencia también puede generar graves disputas, explican los especialistas. No es poco habitual que los hijos inicien el juicio de sucesión y le reclamen a la madre o al padre que quedaron vivos que vendan la propiedad familiar para poder cobrar su parte. Por eso, al poner anticipadamente una propiedad como bien de familia y a nombre de los hijos, una de las cuestiones a evaluar es el impacto impositivo. Esto es, si los hijos van a tener que enfrentar impuestos adicionales por figurar como titulares de esa propiedad y si están en condiciones de afrontarlos sin poner en riesgo el patrimonio del resto de la familia. También podría provocar algún condicionamiento a la hora de solicitar un crédito hipotecario, ya que ante la entidad financiera aparece como propietario y el interés será mayor si se considera que se está comprando una segunda vivienda.

Nunca son sencillas las decisiones sobre la herencia. Bien lo sabe el magnate norteamericano Warren Buffett, que a pesar de ser uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, decidió donar la mayor parte de su fortuna y dejarles a sus hijos solo una pequeña cantidad. Algo que la legislación de ese país permite. Cuando le preguntaron por qué, el oráculo de Omaha explicó que no existe daño mayor que entregar a los hijos una herencia tan aplastante como para que nunca más hagan nada por ellos mismos. “Después de observar mucho a las familias millonarias, esta es mi recomendación: dejar a los hijos lo suficiente para que puedan hacer cualquier cosa, pero no tanto como para que no puedan hacer nada”, señaló.

Evangelina Himitian
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Un momento trascendente para la planificación sucesoria

 

El proyecto de impuesto a la herencia le dio estado público a un tema que, poco a poco, empieza a formar parte de la cultura de los argentinos: la Planificación Sucesoria

En 1995 decidí ubicarme del otro lado del mostrador.

Hasta entonces, había presenciado conflictos familiares irreversibles, y pérdidas económicas que no se habían podido prever,  todo lo cual formaba parte de mi experiencia profesional como abogado, dedicado a sucesiones complicadas, divorcios controvertidos y sociedades en crisis.

Pero, mientras terminaba de escribir Pensar la Herencia, tomé conciencia de que algo diferente iba a ocurrir.

Y así fue. Luego de la publicación del libro, se sucedieron entrevistas con Rolando Hanglin, Any Ventura, Julio Nudler, y otros periodistas interesados en mostrar que no son sólo noticia los escándalos mediáticos, sino también aquellas situaciones de la vida cotidiana en la que una buena reflexión, decisiones adecuadas, y una buena comunicación, pueden ayudar a que todos vivan mejor.

El movimiento iniciado con Pensar la Herencia continuó con la conformación del Consejo Argentino de Planificación Sucesoria, Asociación Civil, cuya fundación no estuvo exenta de resistencias culturales: en su hora, la Inspección General de Justicia denegó el pedido de inscripción de la Asociación, por entender que lo que se proponía hacer (incentivar la práctica de la Planificación Sucesoria) constituía una afrenta al Código Civil de Vélez Sarsfield, y una actividad  poco menos que “subversiva”,  que el Estado no podía apañar de ninguna manera.

 

 

Recién a través de un fallo de la Sala J de la Cámara Nacional en lo Civil, fue posible inscribir la Asociación Civil, y generar un primer movimiento interdisciplinario, a través de capítulos regionales conformados por profesionales de diversas disciplinas (abogados, contadores, escribanos, psicólogos y profesionales del seguro de vida).  que encararon la primera etapa de difusión de la Planificación Sucesoria en la Argentina.

Pasada la crisis del 2001, el desarrollo de la Planificación Sucesoria quedó especialmente concentrado en algunos instrumentos puntuales, tales como testamentos, fideicomisos, seguros de vida, pero, fundamentalmente, pasó a ser parte inescindible de la consultoría a empresas familiares, que tienen una necesidad irrenunciable de la Planificación Sucesoria, como herramienta para lograr la continuidad de la empresa a lo largo de las generaciones.

En 2020 festejamos los 25 años de la publicación de Pensar la Herencia, con una excelente noticia, la presentación de “Si lo hubiera previsto”, el libro de la escribana Cynthia Manis, que también propugna la prevención en materia de familia y patrimonio.

Hoy nos encontramos con un panorama diferente: el anunciado impuesto a la herencia, que probablemente se trate en el Congreso a lo largo de este año, habrá de dotar a la Planificación Sucesoria de un incentivo fundamental, consistente en planificar para evitar costos impositivos innecesarios.

El impuesto a la herencia fue el evento fundamental que generó el desarrollo de la práctica del “estate planning”, o sea, la Planificación Sucesoria en Estados Unidos, a partir del año 1915.

 

 

Pero no debemos confundirnos: el impuesto sucesorio es un incentivo para pensar lo que, en realidad, es necesario pensar por otros motivos:

  • Porque nunca sabemos cuándo vamos a morir, y, por lo tanto, el patrimonio tiene que alcanzar para una vida muy larga, pero también debe protegernos frente a una contingencia de salud.
  • Porque nuestros seres queridos, en muchas etapas de la vida, requieren de nuestro aporte económico para su desarrollo, y, por lo tanto, es necesario evitar que una muerte prematura genere un daño a los proyectos de vida de los integrantes de la familia.
  • Porque el patrimonio debe ser una herramienta para el bienestar de la familia, y no la causa de la desunión y de las peleas.
  • Porque hoy, el concepto de familia es diferente del que teníamos hace veinte o treinta años, y, por lo tanto, es necesario designar con claridad a quienes deben ser beneficiados, por lo menos, con una parte del patrimonio.

En definitiva, debemos pensar que la Planificación Sucesoria no es un asunto del “mas allá”. Es un asunto del “más acá”, que nos involucra a todos.

Nuestras buenas decisiones pueden ser fundamentales para proteger el patrimonio, y permitir su crecimiento a lo largo de las generaciones.

Nuestras malas decisiones, a veces, pueden convertirse en causa de infelicidad para nuestros seres queridos.

Recordemos que los traumas hereditarios (una sucesión que dejó huellas negativas) son hereditarios, y se trasladan de una manera u otra a las siguientes generaciones.

Está en nosotros tomar las mejores decisiones. 

 

 

 

 

 

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