Temas de Empresa & Familia

El respeto como valor en la empresa familiar

 

«No hay nada más despreciable que el respeto basado en el miedo” Albert Camus

 Cuando trabajamos los valores de la empresa familiar, la palabra “respeto” aparece muy frecuentemente.

Puede referirse, a veces,  al trato respetuoso entre las personas que componen la empresa y la familia; otras veces, se refiere a la consideración particular que merecen las generaciones mayores; en otros casos, el eje central está en el compromiso de todos de hacer lugar a diferentes ideas, aunque no sean coincidentes con las propias.

¿Por qué el respeto ocupa un espacio tan significativo en las empresas familiares?

Como dice Carlos Dumois  (“el respeto en la empresa familiar” https://www.noroeste.com.mx/colaboraciones/el-respeto-en-la-empresa-familiar-FE1897676) el respeto “consiste en valorar a los demás, considerar y reconocer la dignidad de cada persona como tal. Respetar es tomar en cuenta al otro y no pretender anular o pisotear sus derechos”.

Y agrega: “el respeto es la base fundamental de la convivencia. Les corresponde a los líderes crear una cultura de respeto en la empresa y en la familia».

 

 

¿Puede ocurrir que el respeto no sea un valor consensuado por la familia empresaria?

Nos ha ocurrido tener que intervenir en situaciones familiares donde la violencia verbal, y hasta física, es una posibilidad latente, y a veces, más grave aun, es una constante.

Generalmente, se trata de organizaciones en las que lo importante es “tener razón”, pero, la pregunta es: ¿quién decide que alguien tiene razón? Entonces, rápidamente, se evoluciona desde el eje de “tener razón” al eje de tener el poder, que termina siendo la fuente (desde ya, falsa) de la razón.

Cuando las malas prácticas están muy establecidas resulta difícil sobreponerse a ellas. A la corta o a la larga, quien ejerce el poder se va a sentir cuestionado, y frente al riesgo de perder el poder, va a terminar despidiendo a los profesionales involucrados en tratar de modificar la situación.

Hay, muchas veces, una “matriz del maltrato”, que lleva a que los protagonistas de una empresa y/o una familia en particular crean que esa es la única manera posible de relacionarse.

 

 

¿Cuáles son las consecuencias de la pérdida del respeto?

La pérdida del respeto lleva, inexorablemente, a situaciones de maltrato, y, en muchos casos, a situaciones de violencia.

El malestar que se instala en las comunidades donde el respeto no ocupa un lugar de privilegio se expande como una mancha de aceite en el agua, hasta que, en algún momento, se produce una crisis expulsiva: alguien se va del sistema, porque decide priorizar su dignidad y su calidad de vida frente al maltrato.  O no…o la mancha de aceite se sigue expandiendo, indefinidamente, y el conjunto se adapta indefinidamente a la falta de respeto como norma.

¿Se puede reinstaurar el respeto?

Es necesario que cada cual sea capaz de priorizar su dignidad, y la dignidad de quienes lo rodean, frente a la tentación de someterse a un líder maltratador.

Para que ello sea posible, los principios deben ser más importantes que cualquier beneficio secundario. Algo así  como sobreponerse al sopor que genera la repetición del statu quo, para generar una forma de relación diferente y más equilibrada.

Es muy difícil que el maltratador, el irrespetuoso, el violento, sea consciente de sus conductas y de lo que ellas generan en los demás.

Por lo tanto, quienes son víctimas de esas conductas deben tener la valentía de poner un límite, lo que implica, a veces, renunciar a  una “zona de confort”, si entendemos por “confort” el dejarse maltratar para obtener beneficios colaterales.

Valentía, dignidad, auto-estima, deseo de libertad y de igualdad, auto-confianza, capacidad de poner límites, son los rasgos necesarios para que las situaciones de falta de respeto no se perpetúen a lo largo del tiempo.

No olvidemos que las jóvenes generaciones nos están mirando.

Que nunca nos echen en cara: ¿por qué te sometiste, papá? ¿por qué te resignaste, mamá?

 

 

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Aportes del Coaching a la salud familiar y empresaria

 

Me interesa invitar a la reflexión sobre un tema que es de gran importancia, aunque muchas veces queda oculto por el hábito que tenemos de prestar más atención a lo cartesiano, lo racional, a lo mensurable, que a lo sutil.

Por ejemplo, el diccionario Espasa define al legado como “aquello que se deja o se transmite a los sucesores, sea algo material o inmaterial”.

Pero lo que habitualmente resulta más visible es lo material, y lo menos visible es lo inmaterial.

Podemos entonces echar una mirada reflexiva sobre los valores en los que se apoya la empresa.

Sabemos la enorme importancia que tiene lograr que los miembros de la familia empresaria comprendan y coincidan en estos valores, creencias, convicciones.

Los valores no son algo que pueda ser concebido en términos de kilos, toneladas, dólares o algo material y tangible.

Ilustremos esto con un ejemplo: la situación de dos hermanos que están en la Dirección de la empresa familiar y que un valor importante para uno de ellos es ganar mucho dinero, en cambio para el otro, es el Bienestar de la familia, la comunidad de trabajo y el buen clima emocional y laboral.

Si no se conversa sobre estos temas, si no hay palabras para poder pensar en ello y analizar los beneficios y los perjuicios de hacer una cosa o la otra, tales conflictos de valores opuestos serán tapados bajo la alfombra y quedarán sin solucionarse.

Si no se trata con curiosidad y seriamente la posición rígida y poco flexible de cada uno, se estará condenando a ambos a no encontrar una solución que les permita resolver el conflicto.

 

 

En casos como este nos ocupamos de poner en orden ambos propósitos; conversar en el marco de sesiones de coaching para llegar a acuerdos creativos y constructivos que permitan, por ejemplo mejorar las utilidades en primer término, lo que les permitiría mejorar los ingresos y luego, logrado ello, hacer lo necesario para mejorar el bienestar de la sociedad.

En términos sencillos, no estamos hablando de hacer una cosa O la otra, sino de hacer una cosa Y la otra, el desafío está en que logren acordar un plan que permita dar respuesta a ambos deseos.

Esto se logra si los actores pueden desmontar la puja entre ellos de modo que les permita entrar en un análisis, curioso e inteligente, de los beneficios comunes.

Se trata de reconocer la importancia de superar la tentación de ver quién gana la discusión, al encontrar qué es lo mejor que pueden hacer para responder a lo que la empresa familiar necesita:

  • Acompañamos a que cada uno acreciente su curiosidad para comprender los beneficios y riesgos de lo que el interlocutor propone.
  • Dar lugar a un diálogo inteligente, creativo y constructivo.
  • Aprovechar la diversidad de ideas y opiniones para profundizar el análisis.
  • Mejorar la posibilidad de considerar y aceptar diversos puntos de vista.
  • Ser ayudados a abordar y resolver situaciones en las que estaban atrapados.
  • En la interacción de padres e hijos, superar las diversas visiones que genera la diferencia generacional.

 

 

Los fundadores mayores necesitan sentir que lo que ellos dicen impacta a sus familiares, y los jóvenes desean lograr más protagonismo. Procuran conseguirlo mediante el aporte de conocimientos y enfoques diferentes a los que se aplicaron en el siglo pasado.

Estamos mencionando e ilustrando sobre cómo el poner en foco estas cuestiones mejora el acompañamiento y ayuda a las personas.

 Son estas herramientas sencillas y útiles las que permiten aprovechar los diversos aportes de cada integrante, por un lado la experiencia de los mayores y también los conocimientos de los más jóvenes.

En el desarrollo de la curiosidad mutua está la clave, pues deja de lado la pelea por ver quién tiene razón, quién sabe más, quién tiene más poder para imponer su voluntad, en discusiones estériles.

Se trata en cambio de que el diálogo avance en base a preguntas orientadas a mejorar la comprensión de lo que el interlocutor plantea, en lugar de criticar y descalificar lo que el otro haya dicho.

En ello radica el factor de multiplicación del beneficio de aprovechar los aportes de cada uno al pensar en positivo y de un modo constructivo.

Una forma práctica de definirlo es reconocer el conflicto oculto para poder resolverlo.

Lic. Eduardo Larriera

Psicólogo

 

 

 

 

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Family Office Effectual

 

¿Puede el dinero matar al emprendedor? Al menos para la profesora nacida en Bombay y creadora de la teoría effectuation, Saras D. Sarasvathy, efectivamente el exceso de dinero puede ser un problema para los emprendedores.

Y es que tener recursos nos brinda certezas, nos crea, lo que los franceses llaman “l’embarras du choix” (la incomodidad de tener que escoger), generándonos la ilusión de la seguridad y alejándonos de la inexorable realidad humana. Esa en que la mayor parte de nuestras decisiones ocurren en contextos impredecibles, que es precisamente la habilidad distintiva de un emprendedor experto, según la académica India, profesora de Darden (Universidad de Virginia).

Y si bien aquello de que, a más dificultades, mayores oportunidades, sigue pareciendo un mantra – los grandes avances de la humanidad han ocurrido en medio de graves catástrofes y epidemias -, también la teoría efectual nos permite entender éxitos y fracasos de las familias empresarias que instauran sus propios family offices. Según el principio del “pájaro en mano” de Saravasthy, el emprendimiento nunca parte desde cero, sino de medios y recursos propios y de cuántos de éstos estamos dispuestos a poner en riesgo y, eventualmente, perder aceptablemente para dar el salto.

Los recursos, acumulados por décadas de negocios rentables, se multiplican casi sin darnos cuenta: una propiedad aquí, terrenos allá, oficinas por acá; adquisiciones que generalmente caracterizan a las empresas familiares que alcanzan cierta solidez. Esa condición, sumada a flujos de caja producto de la venta de alguna unidad de negocios, hace saltar la inquietud por hacer algo con esos activos y evaluar nuevas oportunidades. Catalizados por la “caja”, llega la hora de salir de su zona de comodidad, para explorar, aprender, emprender y navegar las incertidumbres que gatillan extraordinarios e impredecibles negocios.

 

 

Estos procesos requieren reflexión: las familias deben entender que, si quieren desarrollar nuevos negocios, deben ir aprendiendo, cometerán errores, pagarán “el noviciado”. Aquí vemos otro de los aspectos de la teoría efectual: el criterio de la pérdida aceptable. ¿Cuánto estamos dispuestos a perder para crecer? Sin nuevo conocimiento, difícilmente podremos abrir las perspectivas de la familia a nuevos negocios.

Es ahora donde surge la necesidad de formar un family office, el instrumento del capitalismo familiar, que lleva a la empresa a expandirse más allá de un mero desarrollo inmobiliario de colocación de excedentes, por ejemplo. Probablemente, el solo administrar los terrenos y propiedades del grupo sea demasiado pasivo para que estos espíritus inquietos puedan ampliar horizontes.

Tener caja también permitirá invertir en nuevos negocios, ya no el propio, ese viejo conocido que nos llevó hasta el momento actual, sino diversificar en áreas relacionadas, como por ejemplo los fondos de inversión en mismo ámbito en el que nos hemos hecho expertos. Es cierto, aquí arriesgamos menos, porque conocemos el negocio, sus ciclos, las tendencias de la industria y su gente y, por lo tanto, las rentabilidades pueden ser extraordinariamente altas en tiempos cortos. Así, paulatinamente, la familia comienza a expandir su presencia y a mostrar a otros sus capacidades.

En este ciclo, la lógica de la pérdida aceptable no desaparece, pero tampoco es absoluta: exploramos en lo conocido, buscamos sinergias a partir de la experiencia ganada y pasamos desde la histórica farmacia que originó el emprendimiento familiar, por ejemplo, al mundo de las clínicas.

 

 

De esta forma, el núcleo familiar va controlando todo aquello que está dispuesto a perder, en lugar de intentar predecir, moviéndose hacia nuevos sectores, consolidando las relaciones empresariales que han cultivado, potenciando alianzas, manejando la liquidez, controlando los servicios y asuntos de la familia, como el manejo tributario o los temas de seguridad de sus miembros.

La filantropía es otro aspecto en que una familia exitosa logra también ampliar su mirada. Del antiguo rol benefactor del padre fundador, abocado a aportar a un mix de fundaciones con propósitos variados, las nuevas generaciones de la familia empresaria irán adquiriendo mayor perspectiva, para ser más selectivos y, a la vez, más profundos y contundentes en su aporte social. Otra vez, la familia empresaria aprende y puede ser capaz, también, de fortalecer los talentos de cada miembro.

Volvemos a Saravasthy. Los medios del emprendedor, de la familia empresaria, son infinitos: redes, sueños, identidad, desafíos, aliados, experiencia, son la base para desarrollar nuevas capacidades y entrar en la lógica de la abundancia. Aunque hayamos perdido algo en el camino, a menudo debemos perder para ganar.

 

Gonzalo Jiménez Seminario,

CEO Proteus Management, Governance & Effectuation

Profesor de ingeniería UC

 

 

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